A veces es necesario pasar por algo para aprender. Otras veces aprendemos mucho antes, y ya no necesitamos vivirlo.
Un poco de conexión con el interior, con el prójimo y con el mundo, es la clave.

jueves, 23 de junio de 2011

Cuando inconscientemente, esperamos algo más

No creo que exista alguien que nunca haya sentido desilusión de alguien, ¿por qué? ¿por qué sentimos desilusión?

Es común en todo tipo de relaciones, establecer lazos fuertes y profundos, o quizás no tanto, pero siempre contamos con la idea de que esa persona, será un soporte o un aporte real en nuestras vidas, sin embargo, esto nos lleva a esperar actitudes o acciones que no siempre la otra persona está dispuesta a realizar. De este modo, llega un momento en donde creemos, sin dudar, que la otra persona estará para nosotros en cualquier situación o circunstancia, olvidando las libertades de decisión y de acción que tenemos todos como seres lógicos, racionales y emocionales.

Me he dado cuenta muchas veces, que cuando somos inexpertos o idealistas, sobrevaloramos a las personas y esperamos ciertas actitudes de ellas, cosa que a la larga, puede ser tan autodestructivo como creer muchas relaciones son para siempre. Creemos que la otra persona debe estar ahí para nosotros sólo porque eso es lo que deseamos o lo que creemos que debe ser. Pero, ¿por qué? ¿Acaso es absolutamente necesario que un sentimiento sea recíproco en la misma y exacta medida que el nuestro? Este ideal es el principal generador de desilusiones, y quizás hasta sintamos que es injusto, pero nadie puede pretender que otra persona debe actuar tal y como nosotros esperamos o queremos que actúe.

Pero claro, entonces ¿cómo lo hacemos? Es necesario tener cierta madurez como para comprender que las relaciones interpersonales, pueden ser para siempre, pero también existe la posibilidad que en el camino, las vidas se separen por distintas circunstancias. Lo importante no es no dar el amor o el cariño que sentimos, porque eso demuestra la sinceridad de nuestros sentimientos, sino, lo importante es entregar sin exigir lo mismo en exactitud de vuelta, todos somos distintos y expresamos nuestro sentir de distintas maneras. Para uno, entregar un abrazo puede ser tan valioso como decir “te quiero”, porque quizás simplemente el primero no es tan bueno con las expresiones verbales, pero sí con las corporales.

Darse el tiempo de conocer a una persona es extremadamente importante para luego determinar qué tipo de relación es la que quiero establecer con ella. Y esto es algo en lo que a menudo nos caemos, porque creemos que conocer a alguien y llevarse bien, se debe transformar de inmediato en una relación de confianza y de soporte, cuando, ni siquiera nos dimos el tiempo de saber o de concluir si es lo que la otra persona quiere hacer con nosotros.

Insisto que no se trata de no entregar amor, todo lo contrario, entregarlo con la consciencia de que no siempre ese amor será correspondido de igual forma, porque ninguna ley ni civil ni ‘espiritual’ obliga a que así sea. Se trata de buscar un equilibrio para cuidar esos sentimientos o ese corazón que a veces nos parece tan vulnerable a las condiciones externas, a las estacionalidades anímicas
de las personas o simplemente, al desinterés.

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