A veces es necesario pasar por algo para aprender. Otras veces aprendemos mucho antes, y ya no necesitamos vivirlo.
Un poco de conexión con el interior, con el prójimo y con el mundo, es la clave.

jueves, 17 de febrero de 2011

Esos aires de dictador que nos cuesta eliminar

El otro día, aconsejando a una persona muy cercana le decía: “uno siempre tiende a idealizar a las personas, especialmente a la pareja”. Para mí era algo tan básico, pero me dí cuenta, que a veces a la gente no se da el tiempo de analizar y entender más las relaciones afectivas con el resto, si todos lo hiciéramos de manera madura, nos ahorraríamos muchos malos ratos.

A muchos nos ha pasado que hay algo de nuestras parejas que nos molestan de una manera casi incontrolable, pero, qué pasa cuando esas cosas o actitudes que nos molestan ya la hemos hecho, y quizás, más de una vez. ¿Por qué nosotros sí podemos hacerlo? O si ya no lo hacemos ¿Por qué cambiamos de opinión?

En general, con el tiempo nos vamos poniendo más “quisquillosos” con ciertos temas, nos cerramos más a nuestros propios ideales y valores, haciendo que nuestra verdad sea la que acompañe a la gente que nos rodea. Sin embargo, hay en esa actitud un dejo de egoísmo e inmadurez. La idea del paso de los años es ir adquiriendo conocimientos y por supuesto ir comprendiendo y aceptando esas cosas que bajo nuestra visión nos parecen incorrectas. El humano en general, tiende a buscar inconscientemente un liderazgo social y en este caso, cuando una de las partes en una pareja pretende ejercer este “liderazgo” imponiendo órdenes, valores y directrices a cómo la relación debe ser, lamentablemente la situación se compara con la acción de inflar un globo… en algún momento debe explotar. Si vamos más allá, cuando hay amor verdadero, es mucho más fácil practicar la tolerancia y el respeto por las elecciones de nuestra pareja. Hay cosas que se solucionan simplemente conversando o llegando a un acuerdo, que es el método más eficiente o “justo” para lograr el equilibrio en las relaciones. Muchas veces cometemos el error de forzar ciertas situaciones imponiendo nuestros valores, quizás, inconscientemente para probar el amor del otro. Muchas veces también, pretendemos “obligar” a hacer o no hacer algo que estimamos nos satisface plenamente, pero, ¿Realmente le satisface al otro? ¿O lo hace sólo por complacer? Hay que decir que tampoco es enriquecedor saber que nuestra pareja hace cosas sólo para no quedar mal y no porque verdaderamente lo siente.

Aceptar el carácter, comportamiento y/o hábitos de nuestra pareja es un tema complejo, ya que a veces más allá del amor sincero que se tengan y de las repetidas intenciones de llegar al equilibrio, no hay un consenso profundo del problema, sino sólo una solución transitoria a las condiciones del momento. El punto es que, por más que deseemos mantener una relación de la que nos sentimos satisfechos, no podemos o no debemos intentar constantemente manipular el comportamiento de nuestra pareja para nuestro propio beneficio o satisfacción. Además, nos provocan un profundo desgaste emocional al estar constantemente pendiente o “maquinando” cómo lo hacemos o cuales serán nuestros argumentos para lograr que se haga lo que queremos.

El amor verdadero acepta, comprende y busca soluciones justas para el bienestar y felicidad de ambos. Cuestionémonos si siempre pretendemos que todo lo que se haga se haga del modo y en el momento que nosotros estimamos, puede que estemos socavando una relación que caminaba hacia el éxito.